El texto anterior, con el cual inicia el informe de Defensa efectuado por el Instituto Nacional de la Administración Publica “CUINAP Argentina Año 1 2020”, da el puntapié inicial para definir el estado crítico, en el cual se encuentran todo los organismos que hacen a la Defensa Nacional, situación que fue ratificada recientemente por el actual Ministro de Defensa.
En cien años hemos pasado de ser la séptima flota mundial, a tener una limitada capacidad operacional. Del mismo modo, vemos como el Ejército Argentino de liberar 3 países, hoy, día a día disminuye en su dimensión, sin modernizar sus sistemas de combate. En lo que a aviación respecta, de tener una capacidad como para ser pionera en muchas áreas y la segunda más importante de Sudamérica, en capacidad de provocarle serios daños a una potencia mundial, tal cual fue en Malvinas, arribamos a la actualidad en donde prácticamente las tareas se limitan a apoyar actividades secundarias o de carácter logístico o la adquisición de medios nacionales, sin considerar las necesidades y/o la disponibilidad de una verdadera capacidad operativa sistémica.
Si mencionamos la Industria para la Defensa, Astilleros que hace cuarenta años construían Fragatas, corbetas y Buques de Carga de 60.000 toneladas, hoy llevan más de 6 años construyendo una Lancha de Instrucción de 36 metros de eslora, siendo incierta la fecha de conclusión de la misma. En estado similar se encuentran FADEA y Fabricaciones Militares por mencionar algunas.
En lo que se refiere al personal, la situación actual no es mejor, ya que la falta de presupuesto y medios ha tenido un impacto directo en el nivel de capacitación y experiencia operativa / veteranía al que sus cuadros pueden aspirar. El salario del Personal militar, significativamente inferior al de la Gendarmería, Prefectura Naval, Policía Federal, Policía de Seguridad Aeroportuaria y Servicio Penitenciario Federal y la degradación de la calidad educativa en general, son factores que condicionan aún más el ingreso, la capacitación y muy especialmente la permanencia de personal calificado, a cuya desmotivación se suma que, a partir de la unificación de las obras sociales tras la creación del IOSFA, sus afiliados ven como día a día las prestaciones se ven deterioradas.

El estado en que se encuentran las Fuerzas Armadas sin duda es producto de la desfinanciación qué, a partir del año 1983, ha tenido el presupuesto de defensa, lo que fue llevando a no incorporar / modernizar / desprogramar los medios disponibles. Si comparamos nuestras verdaderas capacidades a nivel regional, podremos comprender la razón por la estamos considerados dentro del grupo de “potencias locales”, definidas como aquellas naciones que no poseen una estructura que le permita desplegar instrumentos de poder tangibles, en aptitud de contribuir a zanjar diferendos geopolíticos o siquiera defender sus propios intereses nacionales. Es decir: perdimos la capacidad y por ende, la posibilidad de ejercer tanto la disuasión, cómo la acción en caso necesario.
Otro ingrediente que empeora aún más esta degradación presupuestaria, es que las fuerzas, con buen criterio, han priorizado sostener el capital más difícil de reponer, que es el humano, llevando a que hoy el porcentaje del presupuesto destinado a salarios sea cercano al 90%, cuando el valor esperable seria de 60% (lo que se lograría con una asignación más adecuada).
Además, los bajos niveles actuales de empleo tornan ineficiente los ciclos de mantenimiento preventivo, lo que deviene en mayores costos de operación y de mantenimiento correctivo; la falta de repuestos a su vez obliga al canibalismo con la consecuente salida de servicio lo cual, de mantenerse en el tiempo, llevará a la perdida de la capacidad. Los cuarteles, bases, guarniciones, escuelas y hospitales, no reciben el mantenimiento adecuado, encontrándose fuera de norma principalmente las redes de gas y electricidad, y con serias deficiencias en toda su infraestructura (cloacas, redes de agua entre otras).
Por último es necesario destacar el tema munición. El nivel de amunicionamiento es tal, que desde hace quince años se sacó del tablero de control, el índice correspondiente a la munición, ya que su incidencia en la formula final tornaba estéril todo esfuerzo presupuestario afectado a un sistema de armas. No es necesario definir que un sistema de armas sin munición, no es más que un juego electrónico; y pensar que ante una crisis o un conflicto podremos adquirir munición en el extranjero es aferrarnos a un pensamiento poco realista.
La distribución presupuestaria anual, que se ajusta por un porcentaje de la inflación, conforme al techo asignado para cada Fuerza, sin considerar sus tareas / responsabilidades, ni sus necesidades, solo permite alcanzar un nivel de adiestramiento / sostenimiento operacional sumamente bajo como para producir un mínimo nivel de efectos. Esto representa no poder cumplir con las misiones asignadas, incrementando proporcionalmente los riesgos operacionales y patrimoniales.

Todos estos problemas, derivados de la aplicación de procedimientos poco efectivos, asociados a una gestión que no vincula las inversiones con el nivel de cumplimiento de las responsabilidades o con los verdaderos objetivos operacionales de su misión principal: la vigilancia y control de los espacios de responsabilidad (y no los ejercicios sobre el terreno, o los días de navegación o las horas de vuelo, como se miden hoy y que no indican nada), dejan librada su ejecución al cumplimiento de metas autoimpuestas y voluntaristas, difícilmente mensurables y que no ayudan a determinar el verdadero nivel de operatividad de las fuerzas o del instrumento militar; ello además sin proyección con el mediano y largo plazo (en función de las incorporaciones de medios allí previstas).
Sólo una adecuada visión estratégica permitirá comprender los problemas de esta área vital y visualizar los riesgos y perjuicios que derivan de no disponer de un sistema defensivo adecuado al valor e importancia de los activos a custodiar (¿cuanto vale nuestro país, cuanto valemos los argentinos?) y conforme a ello, balancear adecuadamente la prioridad y distribución de los fondos presupuestarios asignados a cada jurisdicción.
Por último cabría preguntarse a quién le es funcional o le conviene esta indefensión, cuantos perjuicios sufre hoy el estado como consecuencia de este debilitamiento institucional y de la falta de presencia a través de un sistema de defensa verdaderamente efectivo e integrado, por todo ello, es interés de este Foro explorar y proponer opciones que permitan visualizar esta problemática y revertir esta situación.