25 de Septiembre de 2022
Comunicado
Foro Argentino de Defensa Comité Ejecutivo
Podríamos pasarnos meses o años argumentando con tecnicismos y academicismos, sobre la reglamentación de la Ley de Defensa Nacional y sus rotativos decretos 638/18 o 727/06. De hecho, también podríamos hacerlo sobre la propia letra de la Ley, una ley que llevó años poder acordar a legisladores de aquella restaurada democracia, como los diputados Zubiri, Toma, Bordón, Manzano o Cavallero, entre otros. Por aquellos días se discutía el significado de cada palabra, influenciados probablemente por los fantasmas del pasado y los temores de aquel presente, más que por una visión imparcial sobre el rol a futuro de la Fuerzas Armadas.
Las “amenazas” por aquellos años, a pesar de ser el nuestro un país con parte de su territorio ocupado por una fuerza militar extranjera, eran principalmente la acción subversiva y el terrorismo internacional. Amenazas contra las cuales, según los debates de aquellos años, se debería formar y emplear una Fuerza de Seguridad especializada, tal como lo hacían España, Francia, Alemania o Italia.
El primer consenso en Senadores llegó un 21 de octubre de 1986, pero luego llegaron las elecciones, los tiempos políticos y, Mesa de Consenso mediante, se fue avanzando hacia la Ley de Defensa Nacional de 1988. Ley fundamental para la supervivencia de la Nación, de cualquier Nación, pero que por algún motivo la política nacional se decidió a reglamentar recién 18 años después. Esta falta de interés o ignorancia, más un estrangulamiento financiero de décadas, de la que fue objeto la Defensa Nacional, son una clara muestra del daño que le provocó a un asunto de vital relevancia, gran parte de ese elenco estable que habita el Congreso Nacional desde hace demasiado tiempo.
Pero lo que importa, más que las opiniones, es la realidad en la que estamos sumergidos hoy. Mientras contamos con un Sistema de Seguridad Interior con claros signos de colapso e ineficiencia, debido a una desorientada política de Seguridad, seguimos limitando al extremo el uso del instrumento militar. Hoy contamos, nuevamente, con Fuerzas Armadas desplegadas y atentas solo para el caso de detectar marchando hacia nuestra frontera, una columna de la Guardia Real Británica luciendo sus gorros de piel de oso, sus banderas y el Royal Standard.
Si, por el contrario, las columnas dirigiéndose hacia nuestra frontera fueran de aquellos grupos mercenarios, tan empleados por potencias extranjeras o el terrorismo internacional, o si operaran en un país vecino como la organización EPP (Ejercito Paraguayo del Pueblo) vistiendo sus uniformes militares y con armamento de guerra, nuestras Fuerzas Armadas no deberían mover un pelo. Estamos hablando de una organización que opera a pocos kilómetros de nuestra frontera, responsable de al menos 61 homicidios, 32 de ellos civiles, 18 policías y 11 militares (2016), además de cientos de secuestros extorsivos, 114 ataques a establecimientos agropecuarios y bases policiales.
Cabe preguntarse entonces, si al menos las Fuerzas de Seguridad Militarizadas (Prefectura y Gendarmería) están siendo exitosas o cuentan con los planes y recursos necesarios para proteger las fronteras y nuestros mares, sin la necesidad de operar integradamente con las Fuerzas Armadas, su apoyo territorial, marítimo y aéreo. También cabe preguntarse si contar con zonas cooptadas por el crimen organizado, no configura un atentado contra la integridad territorial. Cabe preguntarse si en aquellas Provincias en las que extranjeros cruzan la frontera solo para cobrar planes y votar, no se ha corrompido la capacidad de autodeterminación o si el narcotráfico y todos sus derivados no están poniendo en riesgo la vida y la libertad de los que habitan el suelo argentino. Porque si las respuestas a estos interrogantes son afirmativas, podremos asegurar, sin temor a equivocarnos, que la Ley de Defensa Nacional es solo letra muerta.
Entonces, debemos preguntarnos sinceramente si esta “región de paz” tiene en cuenta las peligrosas relaciones de Venezuela con el narcotráfico y gobiernos que gestionan y financian el terrorismo, si incluye al “paraíso revolucionario cubano”, si tiene noticias actuales de la guerrilla colombiana, si registra los atentados de 1992 y 1994, o si incluye a un archipiélago administrado por el Reino Unido que forma parte de una provincia argentina.
La real amenaza que debemos combatir todos, en primer lugar, es la ignorancia y la desidia en materia de Seguridad y Defensa Nacional. Contamos con un capital humano extraordinario entre nuestras Fuerzas Armadas y Nuestras Fuerzas de Seguridad Militarizadas. Solo debemos proveerlas de reglas de empeñamiento claras y serán las propias Fuerzas las que nos indiquen, mejor que nadie, los medios e instrumentos que necesitan para cumplir con su misión. Evitemos seguir perdiendo con hábiles discursos llenos de conceptos jurídicos y preconceptos ideológicos, sobre un asunto del que dependen la seguridad y libertad de los argentinos.
Enfrentar con éxito los desafíos que nos presenta el mundo actual, requiere de una mente abierta que mire hacia adelante y una claridad de ideas que nos oriente, evitando caer en los errores del pasado.
Si realmente queremos que algo cambie, comencemos por merecernos un destino mejor. Un país que sanciona en 1988 su ley de Defensa Nacional y la reglamenta recién en el año 2006, pone en evidencia la poca importancia que le otorga a nuestra historia y a nuestro futuro. ¿No será tiempo de releer los principios básicos sobre los que se fundó esta Nación, y proyectarlos hacia el futuro?